Según el Diagnóstico sobre Juventud Rural elaborado por el Grupo de Diálogo Rural (GDR), en Colombia se estima que 2,6 millones de jóvenes entre los 14 y los 28 años habitan en las zonas rurales en 2015, es decir el 24.5% de la población total rural.  Debido a la dificultad para acceder a educación postsecundaria y a trabajos formales cerca del 12% de los jóvenes rurales migra a los centros urbanos en busca de mejores oportunidades, en su mayoría (55%) son mujeres.

Entre los jóvenes rurales, el índice de masculinidad (108) es superior al de los jóvenes que habitan en zona urbana (97,8), lo que sugiere que la migración de mujeres jóvenes a la ciudad es superior a la de los hombres, dadas las mejores oportunidades laborales y productivas que encuentran los hombres en el campo.

 El 53% de las jóvenes rurales migra a la zona urbana por razones laborales y/o educativas: 31.3% lo hace en busca de oportunidades de trabajo y 21.8% por educación. Llama la atención que 28% de las jóvenes ha migrado por amenaza o riesgo para su vida, su libertad o su integridad física ocasionada por la violencia, lo que conlleva a enfatizar en la necesidad de fortalecer el enfoque de género de las políticas dirigidas a los jóvenes.

 La inserción laboral es una de las preocupaciones más latentes entre las jóvenes rurales. La tasa de ocupación de los jóvenes rurales en 2015 fue de 51%, 6 puntos porcentuales inferior a la total rural del 57%. La diferencia en la ocupación entre jóvenes hombres y mujeres es bastante amplia; mientras que la ocupación de los hombres es del 70%, la de las mujeres es tan solo del 32%, es decir, menos de la mitad. Los datos indican, en general, una menor probabilidad de ocupación de las mujeres rurales y apoyan la evidencia de una dedicación mucho mayor a oficios del hogar.

No obstante, el diagnóstico señala que según datos de la GEIH, entre 2005 y 2015 la tasa de ocupación de las jóvenes rurales se ha incrementado en un 19%, pasando 26% a 32% en ese periodo. La de los hombres, por el contrario, se ha mantenido alrededor del 70%.

 La rama de actividad  complementa el diferencial de ingresos que se observa entre hombres y mujeres y las distintas oportunidades laborales en las que se emplean. Mientras que el 66% de los hombres realiza actividades en la rama de agricultura, ganadería y caza, el 48% de las mujeres jóvenes trabajan en actividades distintas a las agrarias como la industria manufacturera, comercio al por menor, hotelería, educación, actividades de entretenimiento y recreación, y servicios.

 El ingreso laboral promedio de las mujeres jóvenes es de $348.000 y el de los hombres de $475.000 (37% superior al de las mujeres).

No obstante, la rama de actividad en la que se desempeñan las mujeres, estas parecen contar con condiciones menos formales. Por un lado, entre los jóvenes ocupados, el 44% cuenta con algún tipo de contrato, mientras que esta proporción es de 38% entre las jóvenes. Por otro lado, utilizando la aproximación a formalidad según cotización a salud y pensiones, solo el 11.3% de los jóvenes ocupados tienen un trabajo formal (10.6% para las mujeres).

 La tasa de desocupación entre los jóvenes rurales es de 6%. Sin embargo, se evidencia una tasa de desempleo más alta para las mujeres de 7.5% en comparación con la de los hombres de 4.4%. En comparación con sus pares urbanos, la tasa de desempleo rural es menor tanto para hombres como para mujeres. Los jóvenes en zona urbana tienen una tasa de desempleo de cercana al 10%, de 8.5% para los hombres y de 11.1% para las mujeres.

 El embarazo adolescente sigue siendo un tema preocupante en la zona rural. De acuerdo con la ENDS 2015, el porcentaje de mujeres entre 15 y 19 años que están embarazadas o han tenido hijos es del 25%, es decir, una de cada cuatro adolescentes rurales es madre (1.6 veces la proporción de adolescentes en la zona rural). Este fenómeno puede asociarse a un inicio de vida en pareja más temprano que para las jóvenes que residen en las zonas urbanas, a la falta de oportunidades laborales y a la dificultad de continuar el proceso educativo ya sea por falta de oferta o el poco valor agregado que le asignan las mujeres en la zona rural.

 Adicionalmente, los datos de la encuesta revelan que el 27% de las jóvenes entre 20 y 24 años tuvieron su primera relación sexual antes de los 15 años, presentándose un aumento del 44% frente al porcentaje de jóvenes que lo reportaron en 2010, y aunque se observa un incremento en el uso de métodos anticonceptivos, el 70% de las adolescentes no los usan.

“Claramente, las jóvenes rurales enfrentan altos niveles de vulnerabilidad que mitigan sus posibilidades de desarrollo económico. Las políticas públicas deben contemplar estas grandes desigualdades para generar espacios y dinámicas que le potencien el papel transformador que tienen las mujeres jóvenes en el desarrollo de sus territorios”, puntualizó Ángela Penagos Secretaria Técnica del GDR y directora de Rimisp Colombia.

Fotografía: CIAT

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