Un total de 1,5 millones de jóvenes, entre los 15 y los 29 años, viven en las zonas rurales del Ecuador. Su existencia está marcada por condiciones mucho más difíciles que las de sus pares urbanos, pero también por el deseo de cumplir sus sueños y mejorar su situación.
“Una de las cosas que más he anhelado es que los jóvenes regresemos al campo. Que valoremos toda la riqueza que tenemos aquí, las tradiciones y la forma de vida más sana y natural, que respetemos los recursos que nos ofrece la tierra”, dice Teresa Quizhpe, quien a sus 27 años es vice-coordinadora de la Red Nacional de Jóvenes Emprendedores Rurales (Renajer). El colectivo fue constituído recientemente por más de un centenar de jóvenes, que han contado con el acompañamiento del Grupo de Diálogo Rural de Ecuador, en este proceso.
Las estadísticas evidencian una realidad en la que el 69,10% de jóvenes no tienen ningún tipo de seguro de salud y el 41,1% recurre a la automedicación. Las muertes prevenibles en jóvenes ascienden al 34%; el 19.3% de las muertes son ocasionadas por accidentes de tránsito, mientras que 16,87 por agresiones y el 8,97% por lesiones autoinfligidas. La tasa de embarazo adolescente es del 12%; el 2,6% de las jóvenes rurales han tenido su primer hijo entre los 12 y 14 años, mientras que el 45,8 % de ellas lo habían alumbrado entre los 15 y 19 años.
El promedio de escolaridad en el medio rural es de 7,5 años, enfrentado a los 11,3 años del mismo promedio en las zonas urbanas. Y eso genera grandes diferencias”, indica la consultora. La tasa de matrícula rural correspondiente a las universidades llega al 5,2%.
En los momentos actuales en que la pobreza rural se encuentra en el 43%, la situación de los jóvenes del agro ecuatoriano se vuelve más difícil. El desempleo dentro de la juventud rural llega al 10% y hasta el 75% entra dentro de la categoría de empleo inadecuado.
Ante este panorama, vivencias como las de Teresa son muy interesantes de contar. Ingeniera en Ecoturismo y tecnóloga en medicina ancestral, ha decidido emprender en un negocio de turismo comunitario en su comunidad en la provincia de Loja, al sur del Ecuador.
Está consciente de las dificultades que conlleva iniciar y mantener un emprendimiento en una época de inestabilidad económica, pero cree que la propia fuerza, la creatividad y la energía de la juventud son los pilares que sostendrán su sueño.
“Los jóvenes rurales tenemos una fortaleza que nos la da la propia tierra. Por eso es muy importante que volvamos al campo, que escuchemos las enseñanzas de nuestros abuelos para revalorizar la importancia que tiene el agro, que si hemos salido a estudiar fuera de nuestras comunidades, regresemos a compartir lo que hemos aprendido para ayudarnos entre todos”, señala. Para Teresa el papel que pueden jugar los jóvenes rurales en visibilizar la importancia de la ruralidad en el desarrollo de la sociedad, “es fundamental, ya que nosotros podemos dar a conocer que el campo es la garantía de la seguridad alimentaria de todo un país”.
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